Diario "Z"
Martes 18 de enero de 2011
El teatro en 2010:
menú internacional y a la carta
Casi ochocientos espectáculos y más de medio centenar de estrenos.
Amantes de cifras y candidaturas Guinness aplaudirán el aserto para concluir que la Buenos Aires bicentenaria es soberana en cuanto a estrenos mundiales de teatro de todos los géneros. Frente al apabullante índice, una mesa de café basta para descubrir que no todo lo que reluce es oro (o plata, por lo de "Buenos Aires, la Reina del...").
Pero desde una visión u otra, la verdad es que la cifra impresiona y permite aseverar que el teatro en esta capital argentina y latinoamericana goza de envidiable salud. Habrá que aclarar también que frente a las marquesinas hiperproducidas de Corrientes y aledaños es imposible dejar de sumar y destacar a los modestos carteles de más de un centenar de salas (con capacidad de hasta 300 espectadores). Destacar decimos ya que esos teatros de cámara en conjunción directa con numerosos elencos independientes -con el apoyo indispensable de la Ley Nacional del Teatro y una serie de becas y subsidios concordantes- pueden ensayar y estrenar sus propios proyectos y poner de relieve el trabajo de autores relevantes y, especialmente, el de aquellos nacionales de todos los tiempos.
Empezando por el final, los doce nombres y la calidad seleccionada para la nueva versión del Festival de Teatro CABA2010 nos exime de comentarios. Nos permitimos, sin embargo, destacar dos de imprescindible visión: Ala de criados (Mauricio Kartun) y Muaré (Natalia López-Marina Quesada).
La puesta en escena de piezas de nuestros propios autores, clásicos o actuales, remozados o respetados al pie, renovó nuestra creencia en un teatro que nos represente. Alberto Vacarezza, Armando Discépolo, Julio Sánchez Gardel y Florencio Sánchez se sumaron -entre muchos otros- a Griselda Gambaro, Roberto Cossa, Diego Manso e Ignacio Apolo.
Las buenas y no tan buenas traducciones, las adaptaciones, las versiones libres y libérrimas y hasta las copias encubiertas de algunos clásicos subieron a escena con mayor o menor éxito. Desfilaron, entre muchos otros, un empalidecido Calderón (C. Bieito), un Ibsen enaltecido (Zorzoli), un estupendo Lorca "intervenido" (J. Gené), un desangelado O'Neill (V. Cosse), un Miller conmovedor (Tolcachir) y hasta un acriollado Valle Inclán (M. Barreiro).
Los extranjeros contemporáneos establecidos como Arthur Miller, Samuel Beckett, Yazmina Reza, y Neil Simon y los menos conocidos entre nosotros, como Jon Fosse y Lutz Hubner, subieron a escena en más de una sala y hasta con más de un título.
Españoles como los del grupo La Zaranda (G. Campuzano, Paco Sánchez, etc.) y latinoamericanos, como el clown-show de Caíllo Cru dejaron una impronta inolvidable. Otros como Rodolfo Santaña (Venezuela) y Enrique Buenaventura (Colombia) tuvieron su primer idilio con nuestra Ciudad.
En el rubro unipersonales -tarea muchas veces vilipendiada- tuvo, entre varios otros, a tres dignísimos exponentes de distinto género: Osqui Guzmán (El Bululú), Juan Pablo Geretto (Yo amo a mi maestra) y Virginia Innocenti (Dijeron de mí).
Las obras con directores tan diferentes y dispares como Mauricio Kartun - un independiente consagrado- y el empeñoso José María Muscari fueron respuesta popular para quienes se preguntaban qué ver. Daulte, Veronese, Spregelburd y Tantanian -muchas veces directores, autores y hasta actores- aseguraron su trabajo renovador o innovativo.
El género "teatro musical", que tuvo como primer exponente local notorio a Pepe Cibrián Campoy -cuyo Drácula cumplirá 20 años-, alcanzó calidad internacional y un repartido apoyo del público. El imán de La bella y la bestia pudo lo que no logró la buena propuesta de Sweeny Todd. Souvenir fue un logro especial de Karina K y Gonzalo Demaría hizo un hilarante autosacramental, La anticrista, que terminó siendo obra de culto.
El teatro de género y resistencia fue variado en propuestas y calidad: Enmudecer la lluvia, PresXs, Perra que ladra a la Luna, Quiero pasar una tarde con Franco y Carnes Tolendas estuvieron entre las más vistas.
Premios y distinciones de distinto orden sirvieron para alentar y/o discutir méritos y deméritos de una actividad que parece haberse potenciado en todos los niveles: los actores, los autores, los directores, las salas, el público. Dejamos rubros y nombres en el tintero. Sucesivas notas nos permitirán ampliar este análisis.
Volviendo al título: es un placer para los amantes del teatro tener una opción que muchas veces es un auténtico menú a la carta.
(c) Jorge Paolantonio, Redacción "Z"
No hay comentarios:
Publicar un comentario